Por: Jorge E. Mora Reyes

Imagen: José el carpintero, Gerard Van Honthorst

Gabriel Ginebra, autor de textos especializados en Liderazgo y empresa, dice en su libro «Gestión de incompetentes» que «la genialidad al dirigir [personas] esta repleta de cotidianeidad».

Detalles cotidianos, de cariño, lealtad, fortaleza, prudencia y muchas más o por el contrario detalles de amargura, tristeza, soledad, vicios, heridas, búsqueda del poder, intereses ocultos, autojustificaciones, etc, o con diversos matices, aunque, hemos de apuntar que la virtud no convive con los vicios, se es o no se es virtuoso.

Cómo en el cuento de la liebre y la tortuga, se aprende a ser liebre y sobrevalorar los propios talentos en casa y se aprende a ser tortuga y luchar disciplinadamente para alcanzar la meta, también en el hogar.

«A pocos metros de la meta, la liebre se quedó dormida de puro aburrimiento  así que la tortuga le adelantó y dando pasitos cortos pero seguros,  se situó en el primer puesto…»

Cómo padres de familia y directores de personas, hemos de ser profesionales en la dirección y educación, es una responsabilidad intransferible, es cierto que en el ambiente relativista y hedonista en el que se vive muchas personas huyen de sus compromisos y obligaciones, autojustificándose con el grito de guerra «viva la libertad», «vive la vida» o «viva el amor», frases equivocadas en el sentido que se usan ya que la libertad y el amor requieren necesariamente de compromiso y no únicamente de derechos como gran parte de la sociedad actual erróneamente cree. Le debemos a los sistemas políticos autoritarios, socialistas y comunistas esta forma de pensar que facilita la manipulación masiva.

A cada derecho le corresponde una responsabilidad, para con Dios, para con uno mismo, para con los demás.

En la familia, creativa, complementaria y que perfecciona dentro de sus circunstancias, fenómenos y lucha constante, con alegrías y dificultades, la persona se forma en:

  • Dedicar tiempo a las personas. Es por eso que padre y madre se deben dedicar tiempo, a todos sus hijos, a cada uno en particular y dialogar continuamente sobre el crecimiento que los miembros de la familia.
    • Un gran profesional e incluso directivo debe dedicar tiempo a las personas, no confundir con «perder» tiempo, que solo es válido en un ambiente de amistad fuera del trabajo. Las charlas con las personas deben de llevar un sentido, sobre todo en cuanto a los motivos extrínsecos, intrínsecos y trascendentales de la otra persona. ¿Conoces los motivos de tus colaboradores?, ¿cuales son tus motivos?, para ti, ¿qué es más importante, el sistema, las utilidades, las ideas o las personas?
  • Diagnosticar que le pasa a cada uno y enseñarles a trabajar. La familia debe aprender a tener empatía con sus miembros y los padres a enseñar a trabajar con lealtad y humildad a sus hijos, mostrarles con el ejemplo el sentido deportivo de la vida: si nos caemos, levantarnos una y otra vez.
    • Me he topado con profesionistas o directivos que «adivinan» lo que le pasa a las personas y se vuelven dogmáticos con su propia voz, este error sucede por no saber escuchar y por ignorar que el hombre es una agente libre libremente adaptable, en otras palabras, sumamente complejo, pero podemos alcanzar a observar tendencias, pero para tener algo de certidumbre necesitamos escuchar más de lo que hablamos (incluso en la mente) y dedicar tiempo, sin prejuicios, a las personas, mucho tiempo. Dedicar tiempo a las personas, entonces, requiere un estupendo manejo de la agenda y del tiempo.
  • Saber premiar, castigar y agradecer. Se educa en positivo, pero también es necesario castigar. Con la presión ideológica del permisivismo, nos hemos olvidado de educar en el carácter, el liderazgo y la humildad, el castigo es una forma de educar, si no castigamos estamos formando delincuentes. Quitar privilegios o hacer reflexionar si alguno de los miembros de la familia no cumple con sus responsabilidades es ayudarles a que sean civilizados.
    • Cuando dejamos pasar los castigos a nivel laboral le hacemos un gran daño al personal, incluso si no despedimos a las personas cuando es imposible que se comprometan con la misión y usen sus habilidades para fortalecerla, es injusto e inmoral mantenerlos en el puesto, en la mayoría de las veces.
    • Se premia en público, se amonesta en privado y se agradece cara a cara.

Citando de nuevo a G. Ginebra: «Las personas se unen por grandes motivos, pero fracasan por pequeñas nimiedades: por no saber escucharse, no encajar una humillación, fastidios habituales, faltas de agradecimiento, no aprender el arte de la comprensión…»

El ambiente adecuado para educar lo anterior no es en las escuelas o centros educativos, es en la familia, por eso debemos de cuidarla con un gran celo.

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